Según se rumorea de manera muy insistente, en breve Lance Armstrong concederá una entrevista con la archifamosa Oprah Winfrey en Discovery Channel (supongo que esto será tan casual como que los familiares de los alcaldes acaben trabajando en los mismos ayuntamientos) en la que admitirá su dopaje.
Sinceramente pienso que en este caso la asunción del delito es lo de menos, por tardía y por falsa, después de haber negado sistemáticamente durante años algo no parece muy sincero admitirlo ahora. He admirado a al Armstrong deportista como a pocos, por su afán de superación continua y por intentar la victoria siempre que esta estaba a mano, nunca fui amigo de esa costumbre tan habitual en el pelotón de “te dejo ganar y así me ayudas si lo necesito” (aunque Lance lo hiciese alguna vez siempre prefirió vencer). Sin embargo, admito que siempre hubo un tufillo a su alrededor muy sospechoso, en mi opinión, no por sus demostraciones sino por la practica infalibilidad de cualquier miembro de su equipo. En algunos de sus Tour daba la impresión de que podrían haber copado el podio de habérselo propuesto.
Con el sistema de dopaje “demostrado” en él y en su entorno se cae el mito deportivo pero, lo que personalmente considero peor, se desvanece el héroe americano. Lance Armstrong recorrió casi todas las casillas del recorrido que lleva a un mortal a convertirse en héroe, desde joven despuntó como ganador (no un superclase sino un campeoncito como lo denominaba Indurain) pero tras superar un cáncer se convirtió en una maquina casi perfecta, con ese pedaleo tan característico destrozó a todos y cada uno de sus rivales hasta batir el récord de victorias en la ronda gala. Es decir, el texano consiguió trascender el ámbito deportivo y se convirtió en embajador de un deporte poco popular en su país, en ejemplo de superación a nivel mundial y en absoluto triunfador de la prueba mas importante de su disciplina. Todo esto acompañado de una labor humanitaria indudable (espero que este punto no se haya visto afectado por su escarnio público) a través de la fundación Livestrong y sus brazaletes amarillos, que inundaban tanto el pelotón como la sociedad, especialmente estadounidense.
Pero hay una reflexión que siempre me viene a la mente, dejando a un lado si Armstrong es o no merecedor de que le desposean hasta del carné de su videoclub … ¿en que lugar queda el resto del pelotón y especialmente los compañeros de equipo? Todas las acusaciones vienen apoyadas por el testimonio de sus mas íntimos compañeros, los mismos que se vieron muy beneficiados económicamente por la presencia del texano. Estos “compañeros” que ahora aparecen como pobres corderitos amordazados y sojuzgados por la voluntad del líder ¿piensan devolver el dinero que obtuvieron por todas y cada una de las victorias de Lance y las propias? Si el ambiente que se vivía era tan irrespirable, ¿por que no renunciaron al jugoso salario y la victoria casi segura y se marcharon a otros equipos? Si todo el pelotón conocía las practicas porque nadie se atrevió a dar un paso adelante y buscar la manera de desenmascararlo, es mas, porque en cada ocasión que amanecemos con un caso de dopaje, la gran mayoría (todos menos tres o cuatro) no lo condena …
A pesar de todo, sigo creyendo en el ciclismo como uno de los deportes más bellos, pero incluso yo mismo me pregunto si es por costumbre, por romanticismo o por convicción. La mencionada entrevista del americano vendrá pero no creo que nos ofrezca ninguna luz sobre el asunto. Lance fue un placer verte competir pero ojalá nunca lo hubiéramos hecho.
P.D: Relacionado con el dopaje no puedo dejar de recomendar el episodio “David Millar y el dopaje” del programa Informe Robinson, duro de ver pero imprescindible y con un final dulce que deja un rayo de esperanza.
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