El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo.
André Gide
Siempre me han llamado la atención los deportes en los que el tiempo no es un factor fijado de manera previa, me refiero al ciclismo, al beisbol y en particular, al tenis. En los deportes en que el jugador conoce el tiempo o los intentos es mucho más fácil dosificarse, medir los tiempos y reservar fuerzas para los momentos clave, ¿qué momento clave puede imaginarse uno con antelación cuando no sabe donde está el fin?
El tenis alcanza unas cotas de dureza mental importantísimas debido al factor “soledad”, el tenista no puede hablar con su preparador (a penas algunas palabras enviadas bajo cuerda desde el palco) y no tiene ningún tipo de compañero. La confrontación es completamente directa, cada uno a un lado de la red, cada uno con su territorio, los dos con las mismas armas, cuando lo veo creo que es la escenificación moderna de los clásicos duelos con pistola de antaño. Si sobreviene una crisis es el propio jugador el que ha de manejarla, sacarle jugo y crecer a partir de ella, en el partido no hay psicólogos ni un equipo de asistentes técnicos que le pueda pasar la mano por el hombro y recordarle que es lo que debe de hacer. Solo queda mirar al problema a los ojos y comértelo o dejarte comer por él.
Pero la dureza del tenis de hoy en día no reside únicamente en su parte mental, la exigencia física llega a límites poco tolerables por el cuerpo. Partidos de muy distinta duración y en distintas superficies que muchas veces hacen combinar esfuerzos de potencia con otros de resistencia y que hacen al tenista adaptarse a lo largo del año a jugar en muy distintas condiciones (cierto es que cada vez existen menos especialistas en el circuito y que las diferencias entre pistas lentas y rápidas se han minimizado). Una competición que dura casi 12 meses … no la veo en ningún otro deporte, de hecho cada año veo protestar a los futbolistas por lo cortos que son sus descansos tanto en Navidad como en verano (solo es un ejemplo, equiparable a otros deportes como NBA, motociclismo, etc.) y no nos olvidemos que en estos casos son deportes de equipo, lo que hace posible no solo el hacer cambios sino la golosa posibilidad de escurrir el bulto entre el esfuerzo de tus compañeros, esto no es posible en el tenis. Me pregunto, ¿qué piensa un tenista cuando escucha a ciertos entrenadores o deportistas hablar de rotaciones o cansancio por los viajes?
Aprovechando que el deporte del tenia está viviendo uno de sus momentos de mayor esplendor, gracias tanto a la excelente gestión del producto y profesionalización del deporte hasta el extremo, como gracias a una generación de tenistas muy difícilmente igualable (la coincidencia en el tiempo del mejor tenista de la historia- Roger Federer- y su némesis y a la vez mejor tenista de la historia en tierra batida -Rafa Nadal- junto con otro jugadores de altísimo nivel -Djokovic, Del Potro, etc. - es comparable a una alineación planetaria), no estaría de más añadirle un punto de pasión. Cierto es que el tenis es concebido como un deporte de caballeros pero ¿no le añadiría u punto picante que tanto los jugadores como el publico expresasen sus sentimientos con más claridad? ¿Donde están McEnroe y Gaudio? El circuito esta plagado de jugadores robóticos que parecen haber ensayado sus muecas junto a Steven Seagal o Chuck Norris. Pienso que parte de la tensión que les atenaza se iría si gritasen cuando se alegran o protestasen cuando se cabrean. ¿Es posible diferenciar la cara de un Murray victorioso de la de uno derrotado? Y, sobre el ambiente, ¿Solo se puede gritar y animar en la Copa Davis? No paro, en los últimos días, de oír a los periodistas quejarse de la animosidad del público con Monfils en Roland Garros y digo yo, ¿no es lo mínimo? Un chico de la ciudad en la que se celebra el torneo está en apuros ¿Por qué no iba a ayudarle el público? Concibo el deporte desde la pasión y a veces se me hace demasiado tedioso ese ambiente operístico que se respira en los clubes de tenis (o en el Bernabéu de forma habitual), si fuese tenista me encantaría sentirme toro en corral propio o ajeno.
En resumen, ¡viva el tenis y los que nos lo hacen gozar!
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